Cuando comprendemos plenamente la brevedad de la vida, sus alegrías efímeras y sus dolores inevitables; cuando aceptamos el hecho de que todos los hombres y mujeres se acercan a un final inevitable: la conciencia de ello debería hacernos más amables y considerados los unos con los otros. Este sentimiento debería hacer que los hombres y las mujeres se esforzaran al máximo para ayudar a sus compañeros de viaje, para hacer el camino más brillante y más fácil a medida que avanzamos. Debería traer un parentesco más cercano, una mejor comprensión y una simpatía más profunda por los caminantes que deben vivir una vida común y morir una muerte común.