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Evidentemente, una inflación baja y sostenida implica menos incertidumbre sobre el futuro, y unas primas de riesgo más bajas implican precios más altos de las acciones y otros activos rentables. Podemos verlo en la relación inversa que han mostrado los ratios precio/beneficios y la tasa de inflación en el pasado. Pero, ¿cómo sabemos cuándo la exuberancia irracional ha disparado indebidamente el valor de los activos, que luego se ven sometidos a contracciones inesperadas y prolongadas, como ha ocurrido en Japón en la última década?