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  • Había ido a ver a la señora Erlich justo antes de volver a casa por vacaciones, y la encontró haciendo pasteles alemanes de Navidad. Ella lo llevó a la cocina y le explicó las tradiciones casi sagradas que regían esta complicada cocina. Claude pensó que su emoción y seriedad mientras batía y removía eran muy bonitas. Contaba con los dedos los numerosos ingredientes, pero él creía que había cosas que no nombraba: la fragancia de las viejas amistades, el brillo de los primeros recuerdos, la creencia en rimas y canciones maravillosas.

    Willa Cather (2013). “The Best of Willa Cather”, p.687, Simon and Schuster