-
Había ido a ver a la señora Erlich justo antes de volver a casa por vacaciones, y la encontró haciendo pasteles alemanes de Navidad. Ella lo llevó a la cocina y le explicó las tradiciones casi sagradas que regían esta complicada cocina. Claude pensó que su emoción y seriedad mientras batía y removía eran muy bonitas. Contaba con los dedos los numerosos ingredientes, pero él creía que había cosas que no nombraba: la fragancia de las viejas amistades, el brillo de los primeros recuerdos, la creencia en rimas y canciones maravillosas.