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Para la mayoría de las personas, la autoconciencia y la autocompasión florecen simultáneamente en la adolescencia temprana. Es en ese momento cuando empezamos a ver el mundo como algo más que un patio de recreo, empezamos a experimentar personalmente lo amenazador que puede ser, lo cruel e injusto. En el mismo momento en que nos volvemos, por primera vez, introspectivos y socialmente conscientes, recibimos la mala noticia de que al mundo, en general, le importa un bledo.