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  • No sirve de nada decirnos que algo era "misterioso" o "repugnante" o "sobrecogedor" o "voluptuoso". Mediante la descripción directa, la metáfora y el símil, la evocación secreta de poderosas asociaciones, el ofrecimiento de los estímulos adecuados a nuestros nervios (en el grado y el orden adecuados), y mediante el ritmo y la melodía vocálica, la longitud y la brevedad de tus frases, debes conseguir que nosotros, los lectores, no tú, exclamemos "¡qué misterioso!" o "repugnante" o lo que sea. Déjame probar por mí mismo, y no tendrás necesidad de decirme cómo debo reaccionar.