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  • La vida del poeta no es más que un desperdicio almenado, noches y días que pasan veloz o trabajosamente por la ventana cinematográfica. Estamos encorvados y zigzagueando sobre las teclas de nuestra máquina de escribir manual verde, gris o azul rosada, tal vez una más oscura, fría como la piedra, con su zumbido orgásmico expectante y nosotros tomando pastillas y riéndonos de lo que tú o yo acabamos de escribir, preguntándonos si esa línea significa insulto o sexo. O ambas cosas. Normalmente ambas cosas.