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  • Tomemos cualquier país que tenga leyes contra los delitos de odio, la inspiración del odio y el genocidio, etcétera. Lo primero que harían sería prohibir el Antiguo Testamento. No hay nada parecido en el canon literario que exalte el genocidio, hasta ese punto. Y tampoco es una broma. Por ejemplo, donde yo vivo, Nueva Inglaterra, los que la liberaron del azote nativo fueron lunáticos fundamentalistas religiosos, que llegaron blandiendo el libro sagrado, declarándose hijos de Israel que matan a los amalecitas, como Dios les dijo.

    Charla en la Universidad de Houston, Texas, 18 de octubre de 2002.