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  • Mediante la adoración, el cristiano contribuye misteriosamente a la transformación radical del mundo y a la siembra del Evangelio. Quien reza al Salvador atrae consigo al mundo entero y lo eleva a Dios. Los que están ante el Señor cumplen, por tanto, un servicio eminente. Presentan a Cristo a todos los que no le conocen o están lejos de él: velan en su presencia por ellos.