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Parte del problema del patriotismo extremo es que convierte en incondicional el apoyo al propio país y a sus políticas. Los patriotas moderados, en cambio, consideran que tomarse en serio la moralidad exige que nuestro compromiso con nuestro país esté condicionado de dos maneras. En primer lugar, las acciones o políticas de un gobierno deben ser dignas de apoyo o, al menos, no deben constituir graves violaciones de la moralidad. Cuando las naciones se comportan de forma inmoral, los patriotas no tienen por qué apoyarlas.