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El cristianismo enseña que, contra el fatalismo, el sufrimiento es abrumador; contra el budismo, el sufrimiento es real; contra el karma, el sufrimiento es a menudo injusto; pero contra el secularismo, el sufrimiento tiene sentido. Tiene un propósito y, si se afronta correctamente, puede clavarnos como un clavo en lo más profundo del amor de Dios y en más estabilidad y poder espiritual de lo que puedas imaginar.