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  • Salió corriendo del espejismo de calor plateado. El cielo ardía, y bajo él el pavimento era un espejo negro que reflejaba el fuego del sol. El sudor rociaba su piel con cada golpe de pie, de modo que corría en una niebla caliente de su propia creación. Con cada palmada en el asfalto reblandecido, sus suelas absorbían calor que subía por sus arcos y tobillos y por los tallos de sus espinillas. Era un carnaval de dolor, pero amaba cada zancada porque correr le destilaba hasta su esencia y el calor aceleraba esta destilación.