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  • Retorcían, alambraban, ensartaban, almidonaban y rizaban, pintando delicadamente manchas y matices en retazos de seda hasta que lo que no había sido más que un montón de fragmentos de vivos colores se había transformado en los lirios, nomeolvides, violetas y rosas de seda que adornarían los sombreros de mujeres y niñas más afortunadas que ellas.