Autores:
  • Uno realmente debería tener miedo de la auto-tortura. Pero me tentó. Me suplicaba. El oscuro lugar en el que mi mente se estaba convirtiendo rápidamente se mezclaba, en mi memoria, con el oscuro vientre de la iglesia: el canto, la fuga de la oración, la extraña energía erótica que me había aportado tallarme una pequeñísima cruz en el muslo con un clavo.