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  • La paz del corazón que se gana negándose a soportar el yugo común de la simpatía humana es una paz indigna de un cristiano. Buscar la tranquilidad tapando nuestros oídos a los gritos del dolor humano es hacernos no cristianos, sino una especie de estoicos degenerados que no tienen ninguna relación ni con el estoicismo ni con el cristianismo.