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Tal es la constitución del hombre que el trabajo puede llamarse su propia recompensa; ni se requerirán incitaciones externas, si se considera cuánta felicidad se gana, y cuánta miseria se escapa, por la agitación frecuente y violenta del cuerpo.
Tal es la constitución del hombre que el trabajo puede llamarse su propia recompensa; ni se requerirán incitaciones externas, si se considera cuánta felicidad se gana, y cuánta miseria se escapa, por la agitación frecuente y violenta del cuerpo.