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  • Nadie a quien culpar. Por eso la mayoría de la gente llevaba una vida que odiaba, con gente que odiaba. ¡Qué maravilloso es tener a alguien a quien culpar! ¡Qué maravilloso es vivir con la némesis de uno! Puedes ser desgraciado, pero te sientes siempre en lo cierto. Puedes estar fragmentado, pero te sientes absuelto de toda culpa por ello. Si tomas tu vida en tus manos, ¿qué ocurre? Algo terrible: nadie a quien culpar.