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  • Quizá sea culpa mía. Quizá te hice creer que era fácil cuando no lo era. Quizá te hice creer que mis mejores momentos empezaban en la línea de tiros libres y no en el gimnasio. Tal vez te hice pensar que cada tiro que tomaba era un ganador del juego. Que mi juego se basaba en el destello y no en el fuego. Tal vez sea culpa mía que no vieras que el fracaso me daba fuerza; que mi dolor era mi motivación. Quizás te hice creer que el baloncesto era un regalo de Dios, y no algo por lo que trabajaba cada día de mi vida. Quizá destruí el juego. O tal vez sólo esté poniendo excusas.

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