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Me alegró mucho que el Sr. Attlee describiera mis discursos en la guerra como expresión de la voluntad no sólo del Parlamento, sino de toda la nación. Su voluntad era resuelta e implacable y, como se demostró, inconquistable. Me correspondía a mí expresarla, y si encontraba las palabras adecuadas, deben recordar que siempre me he ganado la vida con la pluma y con la lengua. Era una nación y una raza que habitaba en todo el planeta la que tenía el corazón de león. Yo tuve la suerte de ser llamado para dar el rugido.