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  • El infierno está pasado de moda, en todo caso los infiernos institucionales. Los infiernos poblados del siglo XX son asuntos más privados, los huecos entre los barrotes son las suturas del propio cráneo. Un infierno válido es aquel desde el que existe la posibilidad de redención, aunque nunca se consiga, las mazmorras de una arquitectura de la gracia cuyas agujas apuntan a algún tipo de cielo. A los infiernos institucionales del presente siglo se llega con billetes de ida, marcados Nagasaki y Buchenwald, mundos de horror terminal aún más definitivos que la tumba.