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Orfeo con su laúd hacía que los árboles, y las cimas de las montañas que se helaban, se inclinaran cuando él cantaba; a su música, plantas y flores brotaban siempre; como el sol y las lluvias habían hecho una primavera duradera. Todo lo que le oía tocar, incluso las olas del mar, bajaban la cabeza y se quedaban quietas. En la dulce música hay tal arte, que la preocupación y el dolor del corazón se duermen, o al oírlo, mueren.