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Supongamos que cada vez que leemos una frase y nos gusta, la guardamos inconscientemente en nuestra cámara modelo; y va, con la miríada de sus semejantes, a la construcción, ladrillo a ladrillo, del eventual edificio que llamamos nuestro estilo.
Supongamos que cada vez que leemos una frase y nos gusta, la guardamos inconscientemente en nuestra cámara modelo; y va, con la miríada de sus semejantes, a la construcción, ladrillo a ladrillo, del eventual edificio que llamamos nuestro estilo.