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  • Una noche en que mi anhelo por ella era como un fuego incontrolado en mi corazón y en mi cabeza, le escribí una carta que parecía no tener fin. Derramé todo mi corazón en ella, sin mirar atrás para ver lo que había dicho porque temía que la cobardía me hiciera parar. No me detuve, y cuando una voz en mi cabeza clamó que sería una locura enviarle una carta así, que le estaría dando mi corazón desnudo para que lo tuviera en sus manos, la ignoré con el desprecio de un niño por las consecuencias.