-
No quiero ponerme la armadura cada mañana. He visto a algunos políticos hacerlo y se quedan un poco destrozados y amargados. Yo me niego a hacerlo. Me niego a estar enfadado o amargado o a quejarme, y sigo siendo abierto. Puede que a veces sea demasiado abierto, pero no voy a cambiar ni un ápice.