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  • En aquel memorable año de 1822 Oersted, físico danés, tenía en sus manos un trozo de alambre de cobre, unido por sus extremos a los dos polos de una pila de Volta. Sobre su mesa había una aguja magnetizada sobre su pivote, y de pronto vio (por casualidad diréis, pero la casualidad sólo favorece a la mente que está preparada) que la aguja se movía y adoptaba una posición muy distinta de la que le asignaba el magnetismo terrestre. Un hilo portador de corriente eléctrica desvía de su posición una aguja magnetizada. Ese, señores, fue el nacimiento del telégrafo moderno.