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La Palabra nos advierte de nuestro deber, de nuestro peligro y de nuestro remedio. En el mar de la vida habría muchos más naufragios si no fuera por las divinas señales de tormenta que dan a los vigilantes una advertencia oportuna. La Biblia debe ser nuestro Mentor, nuestro Monitor, nuestro Memento Mori, nuestro Recordador y el Guardián de nuestra Conciencia.