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Mi amor es como una fiebre, anhelando todavía
por aquello que por más tiempo cuida la enfermedad,
alimentándose de lo que preserva la enfermedad,
para complacer el incierto apetito enfermizo.
Mi razón, el médico de mi amor,
enfadada porque sus prescripciones no se cumplen,
me ha abandonado, y ahora desesperado apruebo
El deseo es la muerte, que la física no hizo.