-
Si vivieras en Londres, donde todo el sistema es de falsa buena camaradería, y puedes conocer a un hombre durante veinte años sin descubrir que te odia como a un veneno, pronto se te abrirían los ojos. Allí hacemos cosas desagradables de forma amable: decimos cosas amargas con voz dulce: siempre damos cloroformo a nuestros amigos cuando los hacemos pedazos.