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  • Cuando me sumergí en la oración y me uní a todas las Misas que en aquel momento se celebraban en todo el mundo, imploré a Dios que, por todas estas Santas Misas, tuviera misericordia del mundo y especialmente de los pobres pecadores que en aquel momento agonizaban. En el mismo instante, recibí la respuesta interior de Dios de que mil almas habían recibido la gracia por la mediación orante que yo había ofrecido a Dios. No sabemos el número de almas que nos corresponde salvar con nuestras oraciones y sacrificios; por eso, recemos siempre por los pecadores.