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  • Deben imaginarme solo en aquella habitación de Magdalen, noche tras noche, sintiendo, cada vez que mi mente se levantaba aunque fuera por un segundo de mi trabajo, el firme e implacable acercamiento de Aquel a quien tan fervientemente deseaba no encontrar. Lo que tanto temía había llegado por fin a mí. En el trimestre de la Trinidad de 1929 me rendí y admití que Dios era Dios, y me arrodillé y recé: tal vez, aquella noche, el converso más abatido y reacio de toda Inglaterra.

    C. S. Lewis (2009). “Yours, Jack: The Inspirational Letters of C. S. Lewis”, p.9, HarperCollins UK