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  • Dios dejó el mundo inacabado para que el hombre trabajara en él. Dejó la electricidad todavía en la nube, el aceite todavía en la tierra. ¡Cuántas veces consideramos a Dios como nuestro último y más débil recurso! Acudimos a Él porque no tenemos otro lugar adonde ir. Y entonces aprendemos que las tormentas de la vida nos han conducido, no a las rocas, sino al refugio deseado.