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  • El cuerpo del bailarín es simplemente la manifestación luminosa del alma. La verdadera danza es una expresión de serenidad; está controlada por el ritmo profundo de la emoción interior. La emoción no llega al momento del frenesí a partir de un chorro de acción; primero cavila, duerme como la vida en la semilla, y se despliega con una suave lentitud. Los griegos comprendieron la belleza continua de un movimiento que crecía, que se extendía, que terminaba con una promesa de renacimiento.