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  • O morir la muerte o renunciar para siempre a la sociedad de los hombres. Por lo tanto, bella Hermia, cuestiona tus deseos; conoce tu juventud, examina bien tu sangre, si, en caso de no ceder a la elección de tu padre, puedes soportar la librea de una monja, estar por siempre en un claustro sombreado, vivir como una hermana estéril toda tu vida, cantando débiles himnos a la fría luna infructuosa. Tres veces bienaventurados los que así dominan su sangre, Para someterse a tal peregrinación de doncella; Pero más feliz es la rosa destilada, Que la que marchitándose en la espina virgen Crece, vive y muere en una sola bienaventuranza.

    William Shakespeare (1864). “The Works of William Shakespeare”, p.162