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  • Siempre había sido un gran hablador y contador de historias. Deberías ponerle un candado a esa lengua tuya. Es lo bastante larga y afilada como para cortarte el cuello', me advirtió nuestro tutor la noche antes de que saliera de casa para ir a la corte real de Versalles... Me reí. ¿No sabes que la lengua de una mujer es su espada? No querrás que deje que se oxide mi única arma, ¿verdad?