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  • Hay historias que son verdad, en las que la historia de cada individuo es única y trágica, y lo peor de la tragedia es que ya la hemos oído antes, y no podemos permitirnos sentirla tan profundamente. Construimos una concha a su alrededor como una ostra que se enfrenta a una dolorosa partícula de arenilla, recubriéndola con suaves capas de perla para poder sobrellevarla. Así es como caminamos, hablamos y funcionamos, día tras día, inmunes al dolor y la pérdida de los demás. Si nos tocara, nos paralizaría o nos convertiría en santos; pero, en su mayor parte, no nos toca. No podemos permitirlo.