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  • Cuando llegué a Beirut procedente de Europa, sentí el calor agobiante y húmedo, vi las palmeras descuidadas y olí el café árabe, los puestos de fruta y la carne demasiado condimentada. Era el principio de Oriente. Y cuando volé de vuelta a Beirut desde Irán, podía recoger los periódicos británicos, pedir un gin-tonic en cualquier bar, elegir un restaurante francés, italiano o alemán para cenar. Era el principio de Occidente. Todo para todos, los libaneses rara vez cuestionaban su propia identidad.

    Robert Fisk (2001). “Pity the Nation: Lebanon at War”, p.163, Oxford University Press, USA