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  • Por fin el frío me subió por la columna vertebral; por fin me llenó de pies a cabeza; por fin sentí tanto frío y desolación que todo pensamiento, dolor y conciencia se detuvieron. Ya no me sentía miserable: No era nada en absoluto. Era una nada, una configuración aleatoria de moléculas. Si mi corazón seguía latiendo, yo no lo sabía. Sólo era consciente de una cosa: al lado de ese abismo llamado Muerte, todo lo que sabía era nada, todo lo que hacía no significaba nada, todo lo que sentía no transmitía nada. No era un pensamiento pasajero. Era un vacío desgarrador y palpable, más real que el frío.