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El mar puede ligarnos a sus muchos estados de ánimo, susurrándonos a través de la sutil señal de una sombra o un destello sobre las olas, e insinuando de esta manera su tristeza o su alegría. Siempre está recordando cosas viejas, y estos recuerdos, aunque no podamos comprenderlos, se nos transmiten, de modo que compartimos su alegría o su remordimiento.