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  • Tememos que el Cielo sea un soborno, y que si lo convertimos en nuestro objetivo dejemos de ser desinteresados. No es así. El Cielo no ofrece nada que el alma mercenaria pueda desear. Es seguro decir a los puros de corazón que verán a Dios, porque sólo los puros de corazón lo desean. Hay recompensas que no ensucian los motivos. El amor de un hombre por una mujer no es mercenario porque quiera casarse con ella, ni su amor por la poesía mercenario porque quiera leerla, ni su amor por el ejercicio menos desinteresado porque quiera correr y saltar y caminar. El amor, por definición, busca disfrutar de su objeto.