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Ahora sabe, absolutamente, oyendo el ruido blanco que es Londres, que la teoría de Damien sobre el desfase horario es correcta: que su alma mortal va a leguas detrás de ella, siendo arrastrada por algún umbilical fantasmal por la estela desaparecida del avión que la trajo aquí, a cientos de miles de metros sobre el Atlántico. Las almas no pueden moverse tan deprisa, se quedan atrás y hay que esperarlas, a su llegada, como equipaje perdido.