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  • Para algunos de nosotros, el amor entra en la habitación, se quita los zapatos de una patada, encuentra el sofá más cómodo y se tumba, descansa, no tiene intención de ir a ninguna parte. Para otros, el amor entra fumando un cigarrillo, mirando el reloj cada dos segundos, nervioso, con una mano en el pomo de la puerta, el corazón acelerado, siempre en posición de velocista, listo para correr.

    Eric Jerome Dickey (2006). “Genevieve”, p.94, Penguin