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Que los espectáculos exteriores sean menos ellos mismos: El mundo aún se engaña con ornamentos. En la ley, ¿qué alegato tan manchado y corrupto, sino que, sazonado con una voz graciosa, oscurece el espectáculo del mal? En religión, ¿qué maldito error, sino que alguna sobria frente lo bendiga y apruebe con un texto, Ocultando la grosería con bello ornamento? No hay vicio tan simple que no asuma alguna marca de virtud en sus partes externas.