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  • Pero guardar secretos es una disciplina. Nunca me consideré un buen mentiroso, pero después de practicar un poco adopté el credo del prevaricador, según el cual uno no fabrica una mentira, sino que se casa con ella. Una mentira de éxito no puede traerse a este mundo y abandonarse caprichosamente; como cualquier relación comprometida, debe mantenerse, y con mucha más devoción que la verdad, que sigue siendo despreocupadamente cierta sin ninguna ayuda. Por el contrario, mi mentira me necesitaba tanto como yo a ella, y por eso exigía la constancia del matrimonio: Hasta que la muerte nos separe.

    Lionel Shriver (2011). “We Need to Talk about Kevin”, p.175, Counterpoint Press