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  • Sofía y la abuela se sentaron junto a la orilla para seguir discutiendo el asunto. Hacía un día precioso, y el mar corría con un oleaje largo y sin viento. Era en días como éste -días de perros- cuando los barcos salían a navegar solos. Grandes objetos extraños se abrían paso desde el mar, ciertas cosas se hundían y otras se elevaban, la leche se agriaba y las libélulas bailaban desesperadas. Los lagartos no tenían miedo. Cuando salía la luna, las arañas rojas se apareaban en los acantilados deshabitados, donde la roca se convertía en una alfombra ininterrumpida de arañas diminutas y extasiadas.