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  • El mundo se ha vuelto triste porque un títere fue una vez melancólico. El nihilista, ese extraño mártir que no tiene fe, que va a la hoguera sin entusiasmo y muere por lo que no cree, es un producto puramente literario. Lo inventó Turguéniev y lo completó Dostoievski. Robespierre salió de las páginas de Rousseau con la misma seguridad que el Palacio del Pueblo surgió de los escombros de una novela. La literatura siempre se anticipa a la vida. No la copia, sino que la amolda a su propósito.

    Oscar Wilde (1999). “De Profundis: The Ballad of Reading Gaol and Other Writings”, p.159, Wordsworth Editions