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  • Otros recuerdos del funeral se me han quedado grabados. La cara del viejo, por ejemplo, cuando nos alcanzó por última vez a la salida del pueblo. Tenía los ojos llenos de lágrimas, de cansancio o de angustia, o de ambas cosas a la vez. Pero a causa de las arrugas no podían fluir hacia abajo. Se extendían, se entrecruzaban y formaban un suave brillo en el viejo y ajado rostro.

    ALBERT CAMUS (1942). “THE Stranger”