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  • Un pueblo que vive bajo la amenaza perpetua de la guerra y la invasión es muy fácil de gobernar. No exige reformas sociales. No regatea en gastos de armamento y equipo militar. Paga sin discusión, se arruina, y eso es algo excelente para los sindicatos de financieros y fabricantes para quienes los terrores patrióticos son una abundante fuente de ganancias.