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  • Porque un maravilloso lazo físico une a los padres con los hijos; y -por alguna triste y extraña ironía- no nos une a los hijos con nuestros padres. Porque si así fuera, si pudiéramos responder a su amor no con gratitud, sino con el mismo amor, la vida perdería gran parte de su patetismo y gran parte de su miseria, y podríamos ser maravillosamente felices.

    E. M. Forster (2015). “Where Angels Fear to Tread”, p.109, Booklassic