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  • Ya no soñaba con tormentas, ni con mujeres, ni con grandes sucesos, ni con grandes peces, ni con peleas, ni con contiendas de fuerza, ni con su mujer. Ahora sólo soñaba con lugares y con los leones de la playa. Jugaban como gatos jóvenes en el crepúsculo y él los amaba como amaba al niño. Nunca soñó con el niño. Simplemente se despertaba, miraba la luna por la puerta abierta, se desenrollaba los pantalones y se los ponía.

    Ernest Hemingway (1995). “The old man and the sea”, p.9, Hueber Verlag