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Nuestros primeros ordenadores no nacieron de la codicia o el ego, sino del espíritu revolucionario de ayudar a la gente corriente a elevarse por encima de las instituciones más poderosas.
Nuestros primeros ordenadores no nacieron de la codicia o el ego, sino del espíritu revolucionario de ayudar a la gente corriente a elevarse por encima de las instituciones más poderosas.