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No puedo alabar una virtud fugitiva y enclaustrada, sin ejercicio y sin aliento, que nunca sale y ve a su adversario, sino que se escabulle de la carrera por la que ha de correr esa guirnalda inmortal, no sin polvo y calor.
No puedo alabar una virtud fugitiva y enclaustrada, sin ejercicio y sin aliento, que nunca sale y ve a su adversario, sino que se escabulle de la carrera por la que ha de correr esa guirnalda inmortal, no sin polvo y calor.